25 de agosto de 2013

Dinamarca, país de playas, pueblos pesqueros, dunas y faros

En nuestro tercer día en Dinamarca recorrimos la costa noroeste de la Península de Jutlandia: festival de pescado, pueblos costeros, playas y dunas con tormenta de arena.




Nuestro tercer día en Dinamarca empezaba dejando atrás los bosques de Dronninglund. Concretamente en Hirtshals, pueblecito al noroeste de Dinamarca y de la Península de Jutlandia. Allí se celebraba el fin de semana un festival en el que se puede degustar las distintas formas en que se prepara y presenta todo tipo de pescado. Además, se preparan y limpian delante de todo el que quiera verlo, en largas mesas con cajas de verduras y hortalizas frescas y pescados variados. Gente de todas las edades aprende a manipular el pescado y nos llamó la atención el ver a algunos chicos y chicas de unos 14-15 años con su delantal puesto y un cuchillo especial en mano aprendiendo esta tarea junto con un adulto.





 

La calle principal del pueblo era un auténtico hervidero de gente. Todas las tiendas estaban abiertas y con sus productos, de todo tipo, expuestos en la calle. Las largas colas de los distintos puestos de pescado dificultaban pasear con normalidad y las casas de colores y las banderillas indicando que eran días festivos, daban el toque alegre. Al final de la calle, giramos la esquina a la derecha y bajamos por la calle paralela a la principal para volver al puerto. ¡Parecía que nos habíamos teletransportado a otro lugar! La calle estaba totalmente desierta y en silencio.

De Hirtshals condujimos hasta Lonstrup, otro pueblo pesquero pequeño y precioso, con una playa muy agradable y de agua muy fría. Allí comimos uno de los platos típicos para el almuerzo. ¡Riquísimo! Arenque marinado, salmón, merluza o bacalao rebozados, pepino agridulce, salsa de curry con gambitas y algo de ensalada suele ser lo tradicional.





Por la tarde fuimos a Rubjerg Knude y con esta visita, el momento más sorprendente del viaje, sin ninguna duda. A esas alturas ya sabíamos que las tormentas de arena son parte fundamental de su idiosincrasia como pueblo, provocando que hasta los mismísimo vikingos se trasladasen de zonas estratégicas por su culpa. Pero Rubjerg Knude nos dejó con la boca abierta (y llena de arena, las cosas como son). 


A unos 10 minutos de Lonstrup en coche aparcamos en un pequeño descampado vigilado por vacas gigantes y medio pelirrojas. Desde allí sale un camino que se va estrechando y adentrando en una especie de páramo. La tierra y piedras del camino van desapareciendo y llega un momento en que vas caminando por una senda de arena finísima y rodeada de arbustos en flor. En ese momento levantamos la mirada y nos encontramos ante nosotros un paisaje muy alejado de la idea que teníamos de Dinamarca, obviamente errónea y sesgada. Enormes dunas de arena blanca y la melancólica silueta de un faro que asomaba su cabecita por detrás. El aire era bastante fuerte por lo que miles de granos de arena daban la sensación de bruma alrededor de las dunas y el faro, lo que le daba un aire nostálgico, romántico y casi místico que nos sorprendió. Subir por la duna fue una aventura. La arena nos golpeaba y hacía daño. El pelo, la ropa, los bolsos, bolsillos… todo lleno de arena. ¡Con deciros que tuve que lavar las lentillas varias veces por la noche y al día siguiente! Por fin llegamos arriba y vimos el mar a nuestros pies y el faro a la izquierda, toda una postal maravillosa y única. El faro de Rubjerg Knude está más o menos cubierto según cómo haya sido la tormenta de arena. Lo mismo sucedía con las pequeñas edificaciones a sus pies y de las que hoy se ven sólo las piedras rectangulares esparcidas a los pies del faro.



Ya de vuelta a Dronninglund, hicimos una parada breve en el acantilado de Norre Lyngby, donde hay casas preciosas que corren el riesgo de caer a la playa por los desprendimientos de los últimos años, de nuevo a causa de las tormentas de arenas. De hecho, la carretera local que pasaba en paralelo a la línea del acantilado es ya intransitable porque cayó sobre la playa, por lo que los coches deben circular por la misma arena o buscar una carretera más lejana.




Cansados, polvorientos pero felices por todas las cosas vistas ese día, volvimos a casa de Line a cenar y descansar. ¡Sin duda, Dinamarca es sorprendente!

1 comentario:

  1. Enhorabuena por el blog.
    Las fotos son buenísimas, ¿que cámara utilizas?

    slds

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