Llegamos a Roma directos desde el aeropuerto Ciampino. Como somos 5 hemos cogido un transfer que nos cuesta 50 euros. Se trata de una furgona negra, amplia, con las lunas tintadas..
Parecemos una familia de la jet set ;-)
Una vez en el apartamento (impresionante apartamento Residenza Giubbonari, escribiré la reseña en el apartado de Hoteles), bajamos a comprar la comida al Forno Roscioli. Lo tenemos a la vuelta de la esquina y nos lo acaba de recomendar Eduardo, el joven italiano que nos ha
enseñado el apartamento y nos ha explicado todo. Un italiano que nos recomienda la pizza y la comida de ese horno... ¡Eso hay que probarlo! Tienen web, donde podéis ver algunas fotos y también el restaurante que tienen a 2 minutos del horno.
Nos ponemos las botas. El sitio es para verlo. Docenas y docenas de tipos de pan, tartas, pasteles, comida italiana... Te lo puedes llevar o tomar allí. Y por supuesto, pizza. Son como de un metro de largo, ovaladas, y te cortan el trozo que quieras. Eduardo tenía razón: están BUENÍSIMAS ;-)
Por la tarde hacemos un largo paseo por el casco antiguo-histórico de Roma, que es donde estamos alojados. Primero bordeamos el río y luego volvemos serpenteando las callejuelas. Nos dejamos caer por Piazza Navona, donde al ser Navidad contemplamos un feo mercadillo tipo feria española.
¡Con lo bonita que es la plaza!
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